Hay que reconocer que este mundo globalizado, a través de Internet, nos ha acercado un mundo de posibilidades casi inimaginables hace unas décadas.
Uno puede echarse novia al otro lado del charco, matar alienígenas online junto a un neozelandés, o participar en acalorados debates políticos en los foros de un país que ni te va, ni te viene.
Y otra cosa que ha conseguido Internet, es que nos demos cuenta de que ser único, original o exclusivo, cada vez es más difícil. Somos más de 6.500 millones de personas, y por muy complejo que sea el cerebro, hay muchas probabilidades de que muchos de ellos funcionen como uno, ante un mismo estímulo.
En mi caso el estímulo fue Hello Kitty.
Hace unos días mi señora me enseñó una ropita que acababa de comprar a mi niña, y se quejaba de que era cuasi-imposible evitar los dibujitos ñoños en los ropajes infantiles. El chaleco acolchado que acababa de comprar tenía en toda la espalda una enorme: Hello Kitty.
Mi cerebro reaccionó al instante: "A este puto gato le pones un bigotito cuadrado y es clavao a Hitler", pensé.
Creí que había tenido una idea cojonuda y me la apunté para el blog. Pero luego me vinieron las dudas: "¿Cuanta gente habrá tenido esta idea antes que yo?".
Me voy a google. "¿Qué pongo?", pienso, "Ah!, ya se: Hail Kitty". Miro en imágenes y ahí están. Mi gozo en un pozo.

La decepción me lleva a tener tener estas cogitaciones de las que os hago partícipes, cuando de pronto caigo en que aún hay una oportunidad de demostrar que he tenido una idea original:
Desde que el bichejo este del Hello Kitty apareció en mi vida, yo, que soy muy dado a no llamar casi nunca a las cosas por su nombre, empecé a llamarle: Gelo Kattyl.
Quizá haya una posibilidad:

Ya os digo: Es dificil