
El pasado miércoles 4 de abril Kiko Amat publicó en el suplemento Culturas de La Vanguardia un artículo titulado “Flamígera Bola de Rock” en el que, con el pretexto de reseñar un concierto de Saxon, despotrica contra el Heavy y sus seguidores.
Seguramente no sé tanto de música como Amat, pero ¿qué tendrá que ver lo feos que somos los fans y músicos del metal (con “caras como odres”, “descomposición geriátrica y bolsudez facial” y “varias barbillas que se derraman unas sobre otras como Tranchettes escalfados”) con la calidad musical de este género? Cuando el autor entra a comentar precisamente este último tema confunde la “cultura metal” con su música, remarcando la naturaleza bastarda de ésta (espero que aplique el mismo término despectivo al moderno mestizaje, pero también a la rumba o a cualquier otro derivado del rock) y el hecho de ser una “degeneración abyecta del blues negro”. Con comentarios como éste, Amat deja entrever el elitismo que guía su pluma y parece que el problema más grande que tenga con el heavy es que es “bastardo” y no puro y sus seguidores gordos y feos.
Amat no puede evitar revolcarse en todos los tópicos del género visto desde fuera. Destaca la “iconografía medieval-Tolkieniana, sexismo ruborizante, banalidad estratosférica, chuleo de matón de EGB ( "Dame las canicas, o te afostio"), glorificación del dinero, y de fondo (o en primer plano, a poder ser) muchas señoras macizas de pinta rameresca”. Es una lástima que omita una tradición muy sólida de denuncia política y social (Asfalto, Barón Rojo, Judas Priest) y de reivindicación de derechos colectivos nacionales o de género (Su Ta Gar, Barricada, Thin Lizzy, Entropía). Para Amat (citando a Reynolds), el heavy “carece de alma, es machista, ampuloso y proto-fascista". Escupe directamente a las calvas de sus seguidores desde su púlpito. Para él, el músico heavy medio es “Un deshecho Quijote motora” y “Un cerebro debatiéndose entre Putas caníbales II y Camelot”, y todo el género está “basado en la ceporrez más extrema”.
A mí me parece que transgrede los límites de la crítica musical y se mete de lleno en el insulto personal a los que coincidieron con él en el concierto de los “feotes” Saxon. Me gustaría decirle a Amat que no se torture ni nos torture más. Que no vaya a los conciertos que sabe seguro que no le van a gustar ni comparta lebensraum con la chusma a la que nos gusta el Jevi (con J) y nos reímos con Spinal Tap hasta el enfisema. Yo no iría a un concierto de música electrónica para poder decir en la reseña que menuda puta mierda de música infecta y vaya escoria de público descerebrado. ¿A quién serviría un texto así, más que a mi propio ego? Los ajenos a esa música lo pasarán por alto, mientras que sus seguidores no van a encontrar referencias a la evolución del grupo, la ejecución de las canciones o cualquier otro aspecto interesante.
Para acabar, me gustaría decirle que, después de todo, puede que no sepa tanto de Heavy como él cree, puesto que incurre en un grave error: aseverar que “el heavy metal es el culto más delegador y menos autosuficiente que existe (el concepto de fanzine heavy ni existe, toda su imagen está basada en merch de grandes compañías, los conciertos son organizados por empresarios.)”. El Tonterías del Rock está para reírse de algunas de las cosas que él señala, y también de textos tan cojonudos como el suyo, por supuesto. Gracias, Kiko, nos has solucionado una página del número 5, a la venta dentro de muy poco en sitios que espero que no frecuentes.