La otra orilla

La muerte es el reverso de la vida. Vida-muerte, muerte-vida, muerte-vida, vida-muerte.

Vivimos de milagro, no somos conscientes de ello y mejor así. No somos invulnerables, ni inmortales, somos simplemente seres vivos, con la vida pendiente siempre de un hilo; pero paseando por la campiña inglesa, tumbado en tu sofá, volviendo del trabajo o escalando el Kilimanjaro, basta un instante, algo que falla, el corazón se para y todo se acabó.

El auténtico pavor a la muerte ha hecho al hombre pensar desde siempre en el más allá, en algo más. No creo que exista nada tras la muerte, ni el cielo, ni el infierno, ni la reencarnación en bailarina hawaiana ni la luz al final del tunel. Nada. La muerte es el fin, el final, finitto, the end, game over. Con la muerte se acaba todo; como el helado de cucurucho que te lo comes y se acaba, se acabó y ya está, ya no hay más, fin. A veces las bolas se a caen al suelo antes de tiempo, eso también nos lo contó Josele, y todo acaba de golpe, imprevisiblemente, sin tiempo para reaccionar, aplastadas contra el suelo.

A nosotros los vivos, Wito, es a los que nos queda el dolor, el terrible vacio, el nudo en la garganta, estas torpes palabras, el recuerdo de tu ritmo, de tus bailes, de tu risa, de tu mirada, tus recuerdos.

Me gustaría poder volver a preguntarte otra vez donde nos vamos a ver, si en la Costa Este o en la Costa Oeste, pero se que nunca volveremos a vernos nunca más...
... en esta orilla!!!
adiós.